domingo, 9 de enero de 2011

EL CAZADOR

El cielo esta quieto, calmo. Anestesiado de silencio solitario.
Lo acalla la tristeza desmedida de mi alma, que observa desde arriba con sus llagas. No quiere desbordar su caudal de lágrimas.
El sol se asoma tenue y despacito, me explica que ha de arder en mis espaldas;
mientras tanto, se aleja la mañana.
La tarde es un hueco de murmullos.
Avionetas en lo alto rastrean el tiempo que se escapa, el viento sonoro emprende su marcha, mientras las horas se deslizan como lágrimas.
Asecha la noche, los árboles miran irónicos el sendero que oscurece lentamente. El sol se apaga y el tinto crepúsculo se instala.
El cazador sale en busca de almas desahuciadas, los juncos se mecen entre sí; llorando tu ausencia.
Aquí afuera todo es mucho y a la vez todo es nada.
Mis sueños se han quedado dormidos en el sonido inquieto y triste del agua, mientras tanto, con espíritu remendado de esperanzas; nuevamente llega el alba.
¡Escobar, tierra de las flores y las plantas!
Encierra en el bosquejo de su altiva vegetación, entre senderos pedregosos y pájaros  perdidos en el bosque; su hermosura que limita ante lo inexistente, 
ante la imagen de lo que no es, la belleza exterior e interior de ti, ante tu voz ausente.
El cielo se nubla, mas tarde te llora.
Sí. Te llora con lágrimas de lluvia.
ruth_medinna@hotmail.com



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