Él me espera. En algún lugar del mundo; intentando traspasar la barrera de lo incierto.
Esa mirada que se acuna detrás de la luna, de su mágica luna.
Él. La vulgaridad y la elegancia conjugadas en un mismo sitio.
La soberbia inocente, que me acalla, desnudando mi alma ante la suya.
Me regala momentos, retazos de locura y de verdades ocultas.
Retoños de algo que no se como se llama, memorias de lapsos unidos en un solo tiempo, detalles imprecisos de una imagen que deslumbra.
No se si es real o tan solo es un sueño, pero - ¡Ojalá sea cierto!
Él. Sus dioses, sus locuras, su presencia.
La utopía de estas horas, insolentes, que me restan. La energía de un abrazo que se embriaga de mi esencia, la impaciencia de una lágrima que espera que desnuden esas sombras que la aquejan.
Él. Que se mece entre mis dedos y se esfuma. Que se ahonda en mis sentidos, que me inunda, que me lleva al paraíso con la magia que le aflora, el hechizo de minutos, la llegada de la aurora.
Luego todo desaparece, su misión esta cumplida.
Ese ángel o demonio, pues no sé como llamarle; ha pasado en un suspiro que soñé casi dormida. Esqueleto de un recuerdo que mis pasos ilumina.
Y todo vuelve a lo mismo, su misión esta cumplida.
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