Liviana de ropas. Abro la puerta para lanzar la basura en el cuarto del edificio. El pasado surge como un puñal afilado apuntando mi garganta. Un tibio suspiro etéreo me acorrala e intento salir en búsqueda de algún alma sensible que me proteja, es allí donde encuentro los rostros infinitos que me observan como símbolos lucientes de presencia. Pero tan solo encuentro la soledad porque inconcientemente he seguido sus huellas.
Retomo; como un asesino que vuelve a la escena del crimen. Yace mi piel encendida y olvidada que me asecha en las horas de tardes tan tristes.
Suelo preguntarme el porque de tu olvido y no encuentro respuesta.
Soy el rastro volátil que dejan los fantasmas del pasado al cerrar la puerta, las páginas amarrillas resecas de un libro que he escrito en tu memoria, el olor de tu piel que se enciende sedienta rozando otro cuerpo. Soy la humedad de una lágrima que reposa en mi rostro, deshecha.
La verdad no fue más que la propia mentira. Otro día que intento olvidarte y tu memoria emerge, y aún así, soy presa de mis propias travesías.
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